Dragones: Los relatos que apuntan a su posible existencia


El dragón, vocablo que proviene de la palabra griega “dracon” (que significa “serpiente” o “víbora”), como un monstruoso, gigantesco y fabuloso reptil alado, habita casi todas las leyendas del Viejo y del Nuevo Mundo y aparece en antiquísimas y diversas culturas que no se encuentran conectadas entre sí.




Y desde la noche de los tiempos una gran cantidad de héroes (Perseo, Marduk, Hércules, Sigfrido, San Jorge, Beowulf) han luchado contra él y le han dado muerte, pero el dragón sigue negándose a morir, pues sobrevive como mito y recuerdo folklórico que ocupa la iconografía universal religiosa, cultural y antropológica del mundo occidental y oriental.

¿Cómo es un Dragón?

Las crónicas orientales más antiguas, en tanto, hablaban que en los años 265 y 317 de nuestra era se informaba del hallazgo de huesos de dragón en la provincia de Sichuan, restos que eran usados en la “medicina tradicional china” para los problemas de corazón e hígado, insomnio, sudoración externa y diarrea crónica.

Una de las formas clásicas de los dragones es la de una serpiente gigante y los relatos sobre este tipo de criaturas se remontan al mundo clásico. Según cuentan historiadores como Tito Livio o Séneca, durante la primera guerra púnica, en el siglo III a. C., las legiones romanas acampadas junto al río Medjerda, en el actual Túnez, se encontraron con un enemigo todavía más peligroso que el propio ejército cartaginés: una gigantesca y monstruosa serpiente de 36 metros de largo, cuya piel, una vez que consiguieron matarla, fue enviada a Roma donde permaneció expuesta muchos años.

El dragón de San Jorge y el dragón de Beowulf son dragones de epopeya, criaturas épicas de primera clase. Pero también existe un grupo de dragones y parientes de menor categoría: las serpientes y gusanos que aparecen con gran regularidad, especialmente en las recopilaciones del folklore británico.

Tipos de Dragones en la historia

Es el caso del dragón de Loschy Hill, también conocido como el gusano de Lambton, una criatura que tenía la particularidad de que sus miembros, si eran cortados, se volvían a unir, aunque terminó siendo derrotado por el perro del héroe. Mientras su amo daba mandobles, el perro huía con los trozos, para evitar que volviera a unirse. Desgraciadamente, el aliento ponzoñoso del dragón fue fatal para ambos.

El gusano de Linton, en tanto, aterrorizó a una pequeña parroquia de Roxburg, Escocia, en algún momento del siglo XII, destruyendo indiscriminadamente hombres y ganado. Fue eliminado por un caballero, llamado Somerville de Lariston, quien utilizó una variación del método de la lanza de hierro. En la punta de su lanza colocó un trozo de turba mojada con brea ardiente y fue esta bola de fuego lo que se hundió en las entrañas del dragón. Por ello se dice que los riscos en espiral que bordean actualmente la colina de Wormington en Roxburg se deben a las convulsiones agónicas del dragón.

Una leyenda satírica, en tanto, recuerda al caballero Moore, “del castillo de Moore”, tratando con desprecio al dragón de Wantley, antes de matarlo por el procedimiento tradicional. Y también se cuenta que el día de Navidad de 1849, en Manchester, un socio del Instituto de Mecánica, convenientemente vestido como San Jorge, Santo Patrón de Inglaterra, degolló un dragón ante una divertida multitud de 5 mil espectadores.

Huesos de Dragones en China

Las crónicas orientales más antiguas, en tanto, hablaban que en los años 265 y 317 de nuestra era se informaba del hallazgo de huesos de dragón en la provincia de Sichuan, restos que eran usados en la “medicina tradicional china” para los problemas de corazón e hígado, insomnio, sudoración externa y diarrea crónica. Y en la casa consistorial de Klagenfurt, en Austria, se atesoraba lo que se decía que era la cabeza de un dragón que, según la leyenda, había sido derrotado por dos valientes jóvenes antes de la fundación de la ciudad en 1250.

En el año 1608 el naturalista Edward Topsell consideraba a los dragones como animales reales, afirmando que estas criaturas estaban muy próximas a los reptiles y, más concretamente, a las serpientes. “Hay diferentes tipos de dragones, que se pueden distinguir por los países donde viven, por su cantidad y magnitud y por la diferente apariencia de sus partes externas”, explicaba Topsell en uno de sus tratados.

Ya en el siglo XX, la doctora Marjorie Courtenay-Latimer, quien alcanzara gran notoriedad por estudiar y clasificar en los años 30’ al celacanto, un pez que se creía extinguido desde la era de los dinosaurios, recogió los testimonios de varios testigos que aseguraban haber visto, en Namibia, a un extraño ser de aspecto reptiliano, dotado de poderosas alas membranosas y capaz de volar planeando entre las montañas.

El hijo de un propietario de cabras del sector lo describió, de hecho, como una serpiente alada que, cuando aterrizó en tierra, “provocó una enorme nube de polvo y esparció un olor como de latón quemado”. Después del reporte de este joven, la policía investigó el caso, y varios agentes, después de realizar varias batidas en la zona, divisaron presuntamente a una extraña criatura cuando se ocultaba en una grieta de una montaña.

Un misterio sin resolver

El bioquímico Roy P. Mackal, apasionado investigador de los misterios zoológicos de la criptozoología, entusiasmado por estos testimonios, organizó en 1988 una expedición para intentar dar con el paradero de esta extraña criatura. Aunque no pudo localizar al ignoto ser, sí pudo hablar con los lugareños, que lo definieron como “una serpiente gigante con alas” que solía aparecer durante el crepúsculo, planeando entre dos grietas situadas en unas colinas separadas por poco más de kilómetro y medio de distancia. Esta criatura tenía, por cierto, el tamaño de una avioneta Cessna, lo que supone una envergadura de unos nueve metros de largo.

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