La Pulsera Negra
Thomas era un joven médico que trabajaba de interno en un
frío hospital de Dakota del Norte. Su vocación y sus ganas de salvar vidas eran
el único motivo por el que no caía rendido de cansancio en unas interminables
guardias que podían prolongarse hasta 36 horas y que le dejaban exhausto.
Aquella noche había sido especialmente dura, el servicio de urgencias no tuvo ni un respiro y Thomas había tenido que encargarse por primera vez de una paciente sin el respaldo de otro doctor. Luchó por la vida de la chica, que no debía tener más de 22 años, durante más de dos horas, pero desde que llegó se había considerado un caso perdido y en el hospital decidieron priorizar a otros pacientes que tenían más posibilidades de sobrevivir. Los daños que había sufrido la joven en ese accidente de tráfico múltiple eran tan graves, que incluso si Thomas hubiese conseguido obrar un milagro y la chica hubiese sobrevivido, las secuelas hubiesen sido tan graves que probablemente habría quedado en estado vegetativo.
Los médicos más experimentados del hospital habían acudido
en la ayuda de los otros accidentados y decidieron “bautizar” a Thomas con un
caso imposible para que un primer “fracaso” le hiciera comprender lo dura que
es su profesión y no empezara a creérselo demasiado. Además priorizando a otros
de los heridos habían conseguido salvar la vida de tres personas, en lo que
había sido el peor accidente de tráfico que habían registrado las carreteras de
la región en meses.
Thomas era consciente de que la chica probablemente nunca
tuvo posibilidades de sobrevivir, pero aún así se sentía destrozado por dentro
y tuvo que tragar saliva para contenerse las ganas de llorar cuando le puso una
pulsera negra a la fallecida. La pulsera negra era un protocolo de su hospital
que servía para marcar a un difunto y señalar la hora y causas de su muerte.
Normalmente eran las enfermeras quienes se encargaban de rellenar los datos y
ponerle la pulsera antes de mandar a un cadáver a la morgue. Pero Thomas pensó
que haciéndolo él, el recuerdo de su primer “fracaso” le serviría para aprender
y avanzar en la que puede llegar a ser una de las profesiones más duras.
Memorizó cada una de las facciones de la chica y la cubrió con una sábana para
que uno de los celadores se la llevara en una camilla por un interminable
pasillo que conducía al depósito de cadáveres.
Al finalizar su turno, Thomas parecía un zombi, su cara
demacrada por el cansancio y el fuerte impacto emocional de perder a su primer
paciente le habían dejado destrozado. No era la primera vez que alguien se
moría en una mesa de operaciones frente a él, pero esta era la primera vez que
él era el doctor al mando y el “único responsable”. En su mente repasaba todos
y cada uno de sus movimientos y trataba de buscar cual fue su error o si había
algo más que pudiera haber hecho. Pero incluso él mismo, sabía que su proceder
había sido impecable y que cuando a alguien le llega la hora es imposible
luchar contra el destino.
Cabizbajo y caminando casi dormido entró en el ascensor. Se dirigía a la séptima planta donde tenía su ropa, lo único que quería era cambiarse e irse a dormir a la residencia que estaba a pocas calles del edificio del hospital. Eran las cuatro de la mañana y el hospital parecía vacío, tan absorto estaba en sus pensamientos que casi ni se dio cuenta de que había alguien dentro del ascensor cuando entró. Una mujer le saludó:
-Uff y yo que creía que tenía mala cara, ¿chico pero que te
ha pasado?
Thomas se giró y vio a una mujer de unos cuarenta años que
le sonreía, estaba casi tan pálida como él y aunque no tenía muchas ganas de
conversar la contestó.
-Hoy ha sido un día muy duro, no se ni como estoy todavía de
pie. Además he perdido a mi primer paciente – le dijo mientras ponía un gesto
que denotaba que estaba a punto de echarse a llorar.
-Pues por la cara que pones estoy seguro que has hecho todo
lo que podías, no seas tan duro contigo mismo.
-Muchas gracias, probablemente mañana pueda verlo de otra
forma – dijo Thomas mientras se giraba a ver porque se había abierto la puerta
del ascensor en una planta que ninguno de los dos había marcado.
Al mirar fuera vio la silueta de una joven en mitad del
pasillo, al terminar de abrirse la puerta del ascensor comenzó a girarse
lentamente hacia ellos. Thomas al ver la cara de la chica dio un salto hacia
atrás y pegó la espalda a la pared del ascensor mientras señalaba a la chica
que había fuera y trataba de decir algo sin conseguir articular palabra. De
repente pareció recuperar el control de su cuerpo y se abalanzó hacia el panel
del ascensor presionando repetidamente el botón que cerraba las puertas. La
mujer que había en el interior del ascensor se quedó mirándole perpleja cuando
la puerta se cerró cuando faltaba menos de un metro para que la joven que había
fuera entrara en el ascensor.
-E… e… esa chica – dijo tartamudeando del susto – yo mismo
la vi morir, no pude hacer nada para salvarla y le puse esa pulsera negra.
La mujer que se había mantenido pegada a la pared sonrió y
mientras levantaba el brazo le preguntó:
– ¿Una pulsera cómo esta?
Thomas se giró a mirarla y vió como en su muñeca había una
pulsera de color negro, idéntica a las que usan en el hospital. El joven médico
se desmayó del susto y en su caída agarró fugazmente el brazo que le mostraba
la mujer con la que había compartido la charla en el ascensor.
Minutos después encontraron a Thomas aún desfallecido en el
suelo del ascensor. Todos atribuyeron su desmayo al cansancio. Pero él sabía
que lo que había pasado era real, en su mano tenía una pulsera negra que había
arrancado sin querer del brazo de la mujer que había en el ascensor mientras
caía desmayado. Al revisar la pulsera pudo comprobar que la mujer había
fallecido dos años antes en un accidente de tráfico muy similar al de la chica
que quiso salvar.
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😲😨 a cualquiera asombraría tal situación . Entretenida historia 😃
ResponderBorrarHasta yo quedaria perplejo ante semejante situacion...
ResponderBorrarmuy bueno
ResponderBorrarⓐⓢⓒⓞ ⓜⓘⓔⓓⓞ
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