El Nahual, historia real
Cobijados por las estrellas y a la luz de una fogata
estábamos cinco amigos hablando de cosas fantasmales. Como era costumbre siempre que caía la tarde y
guardábamos al ganado, nos poníamos a platicar y a jugar baraja, al no tener
más entretenimiento esas eran nuestras distracciones.
Yo era un hombre muy precavido, siempre cargaba un Marlin .22, el cual siempre lo tenía cargado con balas muy especiales. Por esas comunidades rurales estaba muy marcada la creencia en las brujas y los nahuales; mi abuelo y mi padre vivieron siempre al alba y se preparaban para cualquier encuentro con alguno de estos seres, a mi me inculcaron desde niño el tenerles respeto y estar preparado para cualquier amenaza. Por esa razón me enseñaron el secreto de cómo curar las armas y las balas para poder darles muerte a los nahuales y hacer retroceder a las brujas y ahuyentarlas.
Mis amigos siempre se burlaban de mi por contarles las
historias que mi abuelo le contó a mi padre y luego él a mí. Y siempre que
íbamos a la poza o andábamos por los caminos me decían en tono burlón: –Ándale tráete tu rifle curado, no nos vaya a salir un
nahual-
Dos noches después...
Era de madrugada y después de bañarnos en la presa,
regresamos a una galera que nos servía de cobijo para pasar la noche. Apenas iba a tender mi cama cuando de pronto escuché el murmullo de alguien que
me hablaba, eran mis compañeros “el pitufo” y el “negro”, los ví a lo lejos haciéndome señas, apuntándome hacia donde estaba
lo que parecía un animal, al principio pensé que era una liebre, pero sentí un
desconcierto enorme cuando vi que su tamaño era inusual, sus orejas eran
enormes tanto que arrastraban en el piso, sentí algo de miedo. -Ahí está, no que muchos tiros curados-, me decía uno de mis amigos.
Herido en mi orgullo, dispuesto
a acabar con la vida de aquello, solo para demostrarles que no era cuento. Contuve la respiración y al querer soltar el tiro este no sale, corto
cartucho de nuevo y se encasquilla el rifle. Por alguna maldita razón el rifle
que nunca me había fallado ahora no disparaba y cada que cortaba cartucho las
balas salían intactas. y esa cosa seguía ahí, viéndonos fijamente.
Alumbrando la arbolada con las lámparas, vimos solamente
arbustos y obscuridad. No quisimos avanzar más y entrar en ella, y de pronto un aullido desgarrador nos puso alerta a
todos al tiempo que las lámparas se apagaban dejándonos en la completa
obscuridad.
Se hizo un silencio
sepulcral y alertando a mis amigos les dije que camináramos hacia atrás y que
por ningún motivo le diéramos la espalda a aquella arbolada para no ser
atacados. 3 de mis compañeros
se habían hecho encima del miedo, otro estaba llorando asustado incrédulo por
haber visto y escuchado aquello. Mientras tanto yo me encontraba alerta y
apretaba con fuerza mi rifle, esa noche nadie pudo dormir, estábamos muy
espantados.
A la mañana siguiente...
-¿Ya supieron que el “Juancho” se suicidó tomando garrapaticida? -nos dijo con el rostro preocupado. Nos dijo la señora de una tiendita. Sorprendidos por la noticia y aun con el susto de anoche no podíamos creer aquello, nuestros pensamientos fueron interrumpidos por el esposo de la señora por una afirmación aun mas escalofriante, que nos dejó helados.
-Ese cabrón no se mató María, lo hallaron en una arbolada
desnudo y con un fogonazo en la panza, esta todo desfloreado, y sabes que es lo
más extraño, la herida estaba como podrida y el hoyo muy grande. Ya se le quitó
el andar de Nahual – exclamó el señor.
Atónitos a lo que decía, nos miramos todos sin decir una
palabra, decidimos ir a ver y en efecto había un rastro de sangre que aun
permanecía en aquella arbolada donde nos habían espantado la noche anterior,
luego supimos que a Juancho lo velaban. Con un juramento de silencio, todos
quedamos en no decir nada de lo que había sucedido la noche anterior, sin
embargo y desde aquel día, he vivido atormentado por la culpa y la
incertidumbre de haber matado a algo que era un animal extraño. Porque para mí
y los que estuvieron ahi lo era, todos los días le he pedido a Dios que me
perdone, que el bien sabe que lo que maté era un animal, quisiera que esto no
hubiera pasado y desafortunadamente me tocó a mí, ahora puedo decir con certeza
que lo que mate en realidad era un Nahual.
Comentarios
Publicar un comentario