El bebé maldito
Cuenta la leyenda que una azafata a la que le encantaban los
niños en cierta ocasión detectó el caso más espeluznante que se recuerda en la
historia de la aviación. Cuando tras acercarse a una madre con su bebé detectó
algo raro…
Los viajes cruzando el Atlántico siempre habían sido los más odiados por Alicia, una azafata de una importante aerolínea internacional. Desde el nacimiento de su primer sobrinito no desaprovechaba ninguna ocasión para hacerle carantoñas y dedicarle unas palabras de cariño a cuanto bebé se cruzaba. Sentirse mamá aunque fuera por unos instantes la reconfortaba y animaba cada vez más en su idea de tener una gran familia que la esperara con los brazos abiertos después de cada vuelo.
En una ocasión mientras avanzaba por uno de los pasillos del avión
repartiendo las bandejas de comida, observó una mujer con cara de pocos amigos
sosteniendo un bebé en brazos, tras ofrecerle el escaso menú (pollo o carne) le
preguntó por la criatura que estaba dormida.
– Pobrecito debe estar muy cansado, ¿necesita usted algo
para que el bebé descanse mejor? ¿una manta extra o tal vez calentar el biberón
cuando se despierte?
– No gracias – Respondió la mujer con el ceño fruncido, una
respuesta tajante y tan escueta que dejó claro que no quería que les
molestasen.
Al acabar de repartir las bandejas le comentó a uno de sus
compañeros lo impertinente que había sido con ella y éste le dijo que a él le
había pasado algo similar cuando trató de ayudarla a subir la maleta, se había
llevado un empujón por ser amable y acercarse a ella. Al parecer la mujer era
una maleducada de mucho cuidado.
Alicia a estas alturas ya había declarado su odio a la
señora y furiosa la observaba cada minuto como esperando que infringiera alguna
norma para llamarle la atención. Pero la mujer prácticamente no se movía ni
para pestañear y lo más curioso, su bebé permanecía dormido desde hacía más de
seis horas sin tan siquiera haber recibido un cambio de pañal o tomado un
biberón. La azafata que había hecho de niñera de su sobrino en más de una
ocasión sabía de sobre que con pocos meses los bebés son como esponjas y comen
cada tres horas y si no se les cambia el pañal con asiduidad se les puede
irritar el culito.
Alicia decidió acercarse una vez más para comprobar que la
criatura estuviera bien. La mujer había cerrado los ojos y se había dormido con
el bebé en brazos y la mantita que cubría a la criatura se había desplazado un
poco dejando su cabecita al descubierto.
– Disculpe señora – dijo mientras tocaba levemente el hombro
de la mujer – Creo que el bebé se hizo caquita ¿quiere que le habilite la
mesita para cambiarle el pañal?
– No moleste mas, ya le dije antes que no necesito ayuda.-
La mujer al ver que su bebé estaba destapado rápidamente le volvió a cubrir con
la manta toda la cabecita.
– Pero señora si no cambia usted el pañal al bebé puede
ocasionar molestias a los otros pasajeros y lo que es peor puede provocar una
irritación de la piel a su bebé.
– ¡No me va a decir usted como cuidar a mi hijo!, ¡Váyase
inmediatamente o le pongo una denuncia al bajar del avión!
Alicia se fue cabizbaja hacia la cabina del avión, tenían
terminantemente prohibido discutir con un viajero sin la presencia del jefe de
cabina. Tras contarle a su jefe la situación ambos regresaron al asiento de la
señora.
– Buenas noches señora – dijo el jefe de cabina con la voz
más dulce que podía – Quisiera informarle de la posibilidad de cambiar el pañal
a su bebé de una forma más cómoda en la parte trasera del avión y le ruego que
lo haga para evitar molestias a los otros pasajeros.
– Ya le he dicho a la chica que cambiaré a mi hijo cuando yo
quiera ¡¿Quiénes se creen ustedes para ordenarme lo que tengo o no que hacer?!
– Señora por supuesto no le estamos ordenando nada, pero
como usted leería al comprar el billete de su infante es su obligación mantener
la higiene de su hijo y traer con usted el alimento que este precise. En todo
caso le informo que existen preparados de leche a bordo del avión y si necesita
le podemos preparar uno.
– Si no me dejan de molestar les pondré una denuncia y le
diré a mi marido que es abogado que se encargue de que nunca más vuelvan a
volar.
– Disculpe señora pero creo que está usted confundiendo lo
que es una muestra de preocupación y nuestra obligación como tripulantes con
una orden o mandato. Únicamente le estamos informando de las que son sus
obligaciones.
La mujer en este punto de la discusión estaba tan acalorada que se había olvidado de tapar de nuevo la cabecita del bebé y el olor se hizo aún más insoportable. Además el color que con la oscuridad de la cabina en las horas de descanso parecía pálido en realidad era mas bien tirando a violeta o un morado claro y se podía observar que en efecto el bebé tenía muy mal aspecto, hinchado y totalmente inmóvil.
Los tripulantes se quedaron mirando fijamente al niño y la
madre al darse cuenta le tapó de nuevo.
– Señora su bebé tiene mal aspecto es nuestra obligación
comprobar el buen estado de salud de todos los ocupantes del avión ¿me permite
que le revise?
– Usted no va a tocar a mi bebé ¡pederasta asqueroso!
– Señora me veo obligado a pedirle que me permita comprobar
que el bebé se encuentra bien o deberé informar al capitán.
– Llame usted al presidente si quiere pero no van a tocar a
mi hijo.
El jefe de cabina le pidió a Alicia que se acercara a la
cabina y le comunicara al capitán todo
lo que había pasada y que un pasajero se negaba a seguir sus indicaciones. El
capitán pidió un relevo a uno de los copilotos y se dirigió al asiento de la
señora.
– Buenas señora, mi nombre es Armando Fuentes y soy el
capitán de este vuelo. Como máxima autoridad de este avión le solicito que
inmediatamente permita a los tripulantes revisar el estado de salud de su hijo
o me veré obligado a advertir a las fuerzas del orden del país de destino para
que le estén esperando al aterrizar el avión.
– Capitán usted entenderá que no quiero que personas
desconocidas toquen a mi hijo – dijo con cara de asustada- yo misma iré al baño
y cambiaré a mi bebé. Perdón.
– Alicia acompañe usted a la señora al baño y cerciórese de
que cumple con mis indicaciones. – dijo el capitán.
Alicia sabía que algo no iba bien, es imposible que ningún
bebé duerma tantas horas sin tomar un biberón, recibir un cambio de pañal y lo
que es más importante con varias personas gritando a su alrededor. Así que
mientras la mujer se encerraba en el baño con el niño decidió espiar por una
rendija de la puerta (por suerte para ella la puerta estaba parcialmente rota).
Lo que vio dentro la dejó sin habla, la mujer desnudó al bebé y un olor pútrido
salió por la rendija, el niño estaba totalmente morado y una gran cicatriz le
cruzaba todo el pecho, no se movía ni hacía ningún gesto.
Alicia dio un grito desgarrador y uno de sus compañeros,
mucho más fornido que Alicia, empujó la puerta hasta abrirla por la fuerza (tan
nerviosos estaban que ni recordaron que tenían una llave). La mujer se abalanzó
contra ellos dejando caer al bebé al suelo y gracias a la ayuda de un pasajero
pudieron inmovilizarla.
El capitán comunicó al aeropuerto de destino que estuvieran
esperando las fuerzas de seguridad, el bebé estaba muerto y las continuas
negativas de la madre a recibir ayuda se debían a que intentaba esconder su
estado.
La policía al revisar al bebé se llevaron una desagradable
sorpresa. Habían sido vaciados todos sus órganos internos y dentro de su
cuerpecito cosido con hilo quirúrgico había gran cantidad de droga. La supuesta
“madre” al entrar en el baño lo que planeaba era tirar por el wc toda la droga
que había en el interior del niño muerto para evitar ser capturada por la
aduana y enjuiciada por narcotráfico.
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